La casa de la infancia
La casa de la infancia la llevo conmigo a donde vaya. La cuido como a mi propio presente. Ella no es algo que paso ni pasará, lo puedo asegurar es más que el tiempo (quizá por eso huele a viejo), y que una casa, porque sus paredes son blandas y deshacen las distancias. Sus cimientos son raíces hundidas en lo profundo de la vida, desde donde me habla, desde donde me recuerda lo que fui, me dice lo que soy y acaso murmura lo que seré.
Es la piedra que me pule.
La casa de la infancia sabe más que yo de mi mismo, y no tiene nombre, o en todo caso se llama dulces sueños bajo la parra, mimos de mi madre, juegos inútiles...
Matías Badcock
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"El Juego" - Mercedes Villega |
Tacto
Si mis manos pueden hoy
manchar como el carbón
sangrar color rubí
¿será que pude escribir?
Gabriela Quiliñan
Vértigo
Un precipicio debajo del cual
puede un colchón de flores o
una madera astillada esperarnos
es la hoja en blanco.
Gabriela Quiliñan
Apátrida
Nada sabe de patrias
el viento
que desguaza las banderas.
Gonzalo Vera, "El prado de la desnudez", Talleres Graficos del Mallin Ahogado, El Bolson; 2008.
Mudo
Cuando se disuelve la expresión
Y se vuelve sombra de la sombra
Viento sobre viento, y marea,
Perfume respirando en el aliento;
Cuando después del amanecer
Amanece torpemente
Ciegamente
Escucho
Las palabras prestas a sucumbir
En el espacio de tu silencio.
El día que aprendí a andar sin manos
Por esos días las mujer de ojos calidoscópicos
y piel de radal había dejado de amarme
y yo andaba deambulando, con las espinas clavadas
aún en el firmamento de sus hombros.
Un amigo habíua hecho un espacio en su casa
para el depósito de mi cuerpo
y mis bolsillos sangraban desempleo.
La vida se me había hecho raíz. Lo que se dice verdaderamente raíz.
Fue en esa época.
Uno de esos días me subía a la bicicleta y salí al pueblo
a comprar papas.
Y en el camino dejé de sostener el manubrio,
anduve cincuenta,
cien metros
crucé el pinar
dos kilómetros sin tocas el manubrio.
Respiré el fin del verano, y pensé que las purtas del infierno
había que golpearlas con la rueda de adelante,
y que entre las raíces había un buen lugar donde quedarse
a vivir para siempre,
un lugar donde no existe la mezquindad, es decir,
el miedo a caerse.
Gonzalo Vera
Bolsas
Yo tengo tantas duda, amigo, cuando me hablan de la luz del alma.
Y en todo caso nadie puede negar(y menos aun las libres de la ruta cuarenta)que la luz enceguece.
Es cierto también que la oscuridad enceguece.
Que estamos en abril,y el viento en la cara enceguece.
Que la lluvia enceguece.
Que el verano enceguece,con sus piedras y sus palabras relumbrando en los ojos.
Que la neblina espesa de los recuerdos enceguece.
Que los gases lacrimógenos enceguecen.
El vino enceguece.
El amor enceguece.
El odio enceguece.
La indiferencia enceguece.
Los golpes en la cabeza enceguecen.
La ausencia de golpes en la infancia enceguecen.
No hay caso mi amigo:
Estar vivo es estar ciego.
Estar muerto no sé.
Lo que sí sé es que hay gente en este mundo que está muerta en vida.
En una vida absolutamente ciega.
Es por eso que dudo tanto amigo.
A mí me habla del alma y pienso en esas bolsas de nylon que vuelan con el viento de abril
Podría pensar en hojas de nogal, pero veo bolsas
que se enredan en los coirones de la meseta,
que quedan enmarañadas en oscuros laberintos
de espinas.
Bolsas sin ojos,bobas bolsas bobas que no guardan nada,
que nada ven, perdidas como están, adiós bolsas, en la eternidad.
Gonzalo Vera
2
Se que esta tarde amarilla
Una sombra ha perdido un brazo
Gracias a la inacabada persistencia del viento
Que más allá cogotea una retama
Y sé que suelta en dicho desgarro
Aquella mutilada sombra
Un agrio tufo a llanura
Que recuerda a tu aliento.
Ya que ostenta tanta crueldad
Tal vez quiera el viento
Generalizar sus masacres
Entonces
Vayan todos los cuerpos sombríos
Marcados por los dientes
Vayan rebotando hasta el mar.
Vayan a ahogarse en las olas
Los fragmentos de todas las sombras del mudo
Que encierran olores a mujeres entrañables.
Que el viento se apiade de los que no ensombrecemos
A nadie
Que carcoma la ternura como tosca de arcilla
Y disperse la voz, la luz y la tarde.
Memoria 2
Temblar
Como tiembla el mar
Tocado por el viento.
Con solo nombrarme
Años después
Podría aparecer
De la única forma en que alguien aparece
Como recuerdo:
Temblando.
Pablo Soto
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